Autor: Nancy, PANews
Un pequeño monstruo feo y lindo llamado Labubu está de pie silenciosamente en la vitrina, mientras que fuera de la ventana un largo grupo de fans hace fila para comprar, solo por la posibilidad de que suelte una sorpresa oculta. De manera similar, una cadena de imágenes digitalizadas se acuñan como NFT en la cadena, invisibles como objetos físicos, pero que se agotan en cuestión de minutos.
Una forma de IP es tangible y real, mientras que la otra solo existe en la pantalla. Estas dos formas de IP parecen pertenecer a mundos reales y virtuales, pero en la era del consumo impulsado por emociones, crecen, estallan y recrean mitos con una lógica sorprendentemente similar. Detrás de esto hay un medio de interacción comunitaria, una proyección de la identidad individual, y también un contenedor cultural y emocional generado por la era del IP.
Resonancia emocional: lo que conecta no son solo los productos
El encanto de Labubu va más allá de su apariencia peluda y su diseño único, es una extensión del mundo interior del usuario, o la imagen de un monstruo oculto en el cuaderno de garabatos de la infancia, que refleja esa parte profunda del interior.